La educación peruana en el Bicentenario: contra el piloto automático

La educación peruana en el Bicentenario: contra el piloto automático
junio 18, 2021 Soledad Sevilla Mendoza

El libro La educación peruana más allá del Bicentenario: nuevos rumbos, editado por César Guadalupe, reúne 23 ensayos que cuestionan los preceptos que han regido la política educativa durante los últimos veinticinco años y presenta nuevas perspectivas que contribuirán a un mejor debate y formulación de políticas educativas.

Al menos una persona en más del 90 % de hogares del país es acogida por el sistema educativo peruano. Esto representa a más de un tercio de la población. Tal amplitud es también la del propio fenómeno educativo, intrínsecamente interdisciplinario, y que —más allá de su dimensión institucional— tiene lugar en múltiples espacios a lo largo de la vida.

En consonancia con esta complejidad de la educación, el libro La educación peruana más allá del Bicentenario: nuevos rumbos, editado por César Guadalupe, pretende ser una apuesta por la multiplicidad: se trata de un conjunto de 23 ensayos escritos por 30 autores. Los temas abordados son diversos, aunque de una forma u otra todos revisan críticamente el piloto automático que ha prevalecido en la política pública educativa durante los últimos veinticinco años y enuncian nuevas perspectivas para romper un ritmo tímido de mejora.

Poner fin al piloto automático en la educación e impulsar un cambio profundo significa evitar que se sobresimplifiquen los problemas. Guadalupe da algunos ejemplos de esta tendencia al reduccionismo, usual en el debate educativo: señalar que ciertos cursos resolverán mágicamente algún problema nacional; asegurar que se debe asignar un mínimo de 6 % del PBI a la educación (sin que nadie pueda explicar por qué 6 % y no 5.4 % o 7.3 %), entre otros.

Según el editor, ello se combina con una mirada instrumental de la educación que ha marcado el pasado reciente, limitando la presencia de ideales más enfocados en la educación como desarrollo del potencial humano y, por tanto, como derecho humano fundamental lo que llevaría de modo lógico a cuestionar los profundos niveles de inequidad, segregación y exclusión hoy vigentes.

Apuesta por la polifonía

El libro se divide en cuatro secciones. En la primera sección, ocho ensayos abordan aspectos vinculados a lo que Guadalupe llama “las grandes orientaciones y finalidades del sistema educativo”. En la segunda sección, cinco ensayos tocan aspectos vinculados a la conexión entre la educación y el trabajo, así como al desarrollo del conocimiento y la innovación.

En la tercera sección, tres ensayos analizan temas vinculados a la necesidad de una perspectiva proequidad en la política educativa y el abordaje de la segregación. Mientras que en la cuarta y última sección —a pesar de que en todas las demás se presentan ejes de cambio— seis ensayos identifican algunos temas que son particularmente rupturistas, pues buscan replantear elementos estructurales que han definido la operación del sistema educativo a lo largo de los años.

Aunque, como se mencionó, el libro reúne ideas y planteamientos, así como formatos, diversos, es relevante anotar que su elaboración coincidió con el proceso de consulta nacional por la educación liderado por el Consejo Nacional de Educación (CNE) con miras a actualizar el Proyecto Educativo Nacional. Por ello, muchas de las ideas discutidas en el libro dialogan con lo planteado en dicho marco de la política educativa nacional.

¿Un plan que no cambia?

En la introducción del libro, se recuerda que, luego de la debacle vivida entre 1975 y 1990, el Ministerio de Educación convocó a un conjunto de personas y organizaciones para formular un diagnóstico de la educación peruana. Esta fue la base de lo que terminaría siendo el Programa de Mejoramiento de la Calidad de la Educación Peruana (MECEP), que se articuló alrededor de cuatro pilares: modernización de la gestión, foco en los aprendizajes y cambios en la docencia; además del esfuerzo que desarrollaba el Instituto Nacional de Infraestructura Educativa y de Salud (INFES). Sobre la base de investigaciones recientes, Guadalupe señala que, independientemente de las dinámicas circunstanciales introducidas por diferentes ministros, estos ejes articuladores han prevalecido sin mayores modificaciones. Esta continuidad, por otro lado, ha permitido lograr ciertas mejoras, aunque estas sigan siendo insuficientes, al tiempo que ha derivado en no abordar otros problemas que, justamente, limitan al sistema como la inequidad y el centralismo.

Asimismo, advierte que la continuidad de estas líneas generales de trabajo no puede, por sí misma, llamarse un proyecto. Por ello, este libro es también una oportunidad para revisar seriamente muchos de los supuestos que han sostenido el piloto automático en la educación, tan igual como en otros sectores, aspecto que ha definido la labor gubernamental durante los últimos quinquenios.

La pandemia: el cambio inevitable

El libro incide en que muchos problemas centrales no han sido abordados o, al serlo, han terminado agudizándose. Guadalupe señala que el gasto público, en general, no está planificado en función de consideraciones de equidad, ordenamiento territorial, planificación estratégica, y que la mayor asignación de recursos ha intensificado el centralismo del sistema (en particular durante el periodo 2013-2016).

El investigador menciona a su vez la formación inicial docente como “un tema complejo que ha sido profunda y sistemáticamente descuidado”, destacando “la inexistente preocupación por reconvertir la docencia en una ocupación de tiempo completo”. Por otra parte, menciona la educación de jóvenes y adultos como un tema prácticamente invisible.

Todos estos tópicos son desarrollados por los distintos autores compendiados en el libro. Pero, entre los temas destacados por Guadalupe en la introducción, están algunos que han cobrado aún más relevancia por la pandemia. El autor advierte, por ejemplo, que la educación a distancia existe desde hace 140 años, pero su profundo valor no fue tomado en cuenta en los últimos 40 años hasta que la crisis sanitaria nos obligó a verla como única salida. Incluso, a pesar de la buena experiencia peruana en este terreno en los años 60 y 70, tenemos que, por ejemplo, la Ley Universitaria la consideraba arbitrariamente como una modalidad no deseable.

Examen de conciencia

Guadalupe arguye que los retos educativos no existen en aislamiento como si fuesen independientes unos de otros. Cada uno ofrece posibilidades que —si se evita pensar de manera mecánica— impactan en diversas dimensiones. Por ejemplo, en el caso de la educación a distancia, no hay razón alguna para concebirla como exclusivamente dirigida a estudiantes individuales, sino que es perfectamente posible y altamente deseable diseñarla tomando en cuenta el entorno del hogar o de la comunidad y, por lo tanto, estar dirigida a todos los actores en cada espacio. La ilustración más clara de ello es la necesidad de hacer evidente que los problemas de desigualdades de hombres y mujeres se expresan, también, en la forma como los hogares han abordado las tareas domésticas a propósito de la pandemia: una reflexión del hogar sobre ello tendría un impacto educativo mucho más profundo que una actividad con un estudiante singular en un contexto que va a contracorriente del contenido educativo.

Además, el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación —un tema presente hoy en el debate político— es otro terreno problemático. No solo por la limitada inversión privada y pública, sino por la poca articulación que existe entre la academia y el mundo de la producción.

Asimismo, el limitado uso del castellano en diversas esferas de la vida social, independientemente de cuál sea la lengua materna de cada persona, y la ausencia de políticas específicas al respecto, limita la operación del sistema educativo y contribuye al bajo desempeño de nuestros estudiantes.

El editor subraya que muchos de los problemas que hoy tenemos no son errores: se derivan de una determinada concepción del sistema educativo. Y, asimismo, aunque advierte que la actualización del Proyecto Educativo Nacional muestra un derrotero, la fragilidad que caracteriza a nuestras instituciones educativas podría impedir —como sucedió con la primera versión de dicho proyecto— que estos nuevos aires se solidifiquen en políticas educativas que transformen la vida de los peruanos y peruanas de todas las edades y contribuyan a realizar la promesa de la vida peruana que podríamos renovar en el contexto del Bicentenario.

 

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