La nueva publicación del investigador y catedrático Carlos Aguirre fue presentada en la FIL 2019, actividad que contó con los comentarios del historiador Charles Walker y el sociólogo Aldo Panfichi
Si revisamos los archivos periodísticos de las elecciones generales de los últimos quince años, es muy probable que no encontremos muchas propuestas para mejorar las condiciones de vida de los presos. Lo que sí es usual hallar son ofrecimientos de endurecimiento de las penas de cárcel o la cancelación de los beneficios penitenciarios para quienes han cometido determinados delitos. Más allá de ser una característica propia de los tiempos electorales, esa ausencia es una expresión de una realidad más compleja: la tendencia del Estado peruano y sus ciudadanos de considerar a los presos como sujetos con mínimas posibilidades de reinsertarse en la sociedad. Esa mirada no es reciente y tiene una larga tradición histórica, como se evidencia en Donde se amansan los guapos: Las cárceles de Lima 1850-1935 (Fondo Editorial de la Universidad del Pacífico). El libro fue presentado en la FIL Lima 2019, el 30 de julio, por el historiador Charles Walker y el sociólogo Aldo Panfichi.
El libro del historiador Carlos Aguirre, publicado originalmente en inglés en el 2005 por la editorial de la Universidad de Duke, debe su título a un verso de vals ‘Penitenciaría de Lima’. Y como explicó el sociólogo Panfichi, muestra cómo ciertas características de los centros penitenciarios del período estudiado, como el hacinamiento y los personajes que los habitan, todavía persisten en la actualidad. “Se trata de personajes que desarrollan estrategias de relación e intermediación para sobrevivir o colocarse dentro de la jerarquía del poder interno”, comentó Panfichi durante la presentación del libro en la FIL Lima 2019. En esa línea, el autor nos presenta al denominado ‘faite’, el interno que mantenía un orden mínimo a partir del uso de su autoridad y la fuerza física. Con el tiempo, este sujeto podía convertirse en un ‘caporal’, un preso que cumplía la misma función, pero que colaboraba con la administración carcelaria, lo cual le permitía negociar ciertos beneficios. “En las cárceles de hoy, al ‘caporal’ podría catalogársele como el llamado ‘encargado de pabellón’”, complementó Panfichi.
El libro, dividido en tres partes, establece una relación entre el funcionamiento de las cárceles y la realidad social y política del país durante más de 80 años. Así, en la primera parte, Aprehendiendo al criminal, se exponen las discusiones que mantenían las élites peruanas sobre la metodología para tratar a los presos, y cuya argumentación no necesariamente se basaba en la ciencia, sino más bien en las costumbres o prejuicios. En esos debates estaban presentes los discursos racistas que sostenían que determinados grupos étnicos supuestamente tenían una mayor tendencia al delito. Más adelante, en la segunda parte, Las cárceles y sus habitantes, Aguirre presenta su “archipiélago penal limeño”, un estudio sobre el desarrollo de los centros penitenciarios, en el que destaca el caso más llamativo el de El Frontón, fundado hacia finales de la segunda década del siglo XX. Más allá del componente político que atraviesa su historia, esta cárcel ubicada cerca de la costa del Callao tuvo una gran importancia en la modernización de Lima durante el período estudiado. Muchos adoquines utilizados en la urbanización de la ciudad eran fabricados con piedras picadas por los propios internos quienes, a decir del autor, laboraban bajo un sistema similar al de una plantación esclavista. Su relevancia fue tal que, en 1922, los presos producían 32 000 adoquines mensuales. Posteriormente, en la tercera parte, El mundo que construyeron juntos, se abordan las complejas relaciones que se generaban a partir de la convivencia carcelaria, caracterizada por la represión y la resistencia constantes.
Ante estos datos, surge una interrogante: ¿por qué fracasó el Estado peruano en su intento de implementar un sistema carcelario que tuviera calidad humanitaria? Para Aguirre la respuesta está relacionada con tres puntos: la incapacidad estatal de ejecutar los planes diseñados, la resistencia al control, y la naturaleza autoritaria y excluyente del proceso de modernización del país. Sobre esto último, el historiador Walker explicó que, a diferencia de la tendencia mundial, que se orientaba a formar ciudadanos disciplinados, “en el Perú, donde hay una omnipresencia de formas tradicionales de dominación, el enfoque del confinamiento era el castigo, la explotación económica y la imposición del control estatal”. Por esa razón, para el investigador estadounidense, Donde se amansan los guapos: Las cárceles de Lima 1850-1935 aporta mucho al debate público en torno a la formación del Estado y la modernidad autoritaria.
En ese camino, el libro muestra un valioso trabajo de investigación con diversas fuentes que permite desmontar nociones y prejuicios sobre los perfiles socioeconómicos de los presos de aquella época. Una información que vale la pena revisar, considerando que muchos de esos estereotipos continúan vigentes hasta el día de hoy. Por ello, esta publicación cumple con esa primordial misión de la historia: la de conocer el pasado para entender el presente.
SOBRE EL AUTOR
Carlos Aguirre es un destacado historiador peruano con amplia experiencia en la investigación de grupos marginales ―esclavos afrodescendientes y presidiarios― del Perú. Sus estudios se enfocan en cómo son percibidos la criminalidad y su impacto en la sociedad peruana de los siglos XIX y XX. Así, tiene cinco libros y más de veinte publicaciones sobre este tema. Desde 1996 se desempeña como profesor asociado de la Universidad de Oregon, donde fue director del Programa de Estudios Latinoamericanos (2004 – 2014). Además, tiene presencia constante en nuestro país como investigador invitado de diversas universidades, y conferencista para diversas entidades como la Biblioteca Nacional del Perú.